Hay mujeres…
Y luego están las Mujeres Mujeres…
A éstas no intentes comprenderlas,
porque sería una batalla perdida desde el inicio.
Las debes tomar y basta.
Debes tomarlas y besarlas y no les debes dar ni el tiempo de
pensar.
Debes romper con un abrazo
de esos que quitan el aliento, todos los temores que te
confiarán una vez, una sóla,
en voz baja, bajísima. Porque se avergüenzan de sus propias
debilidades y, después
de habértelas contado se atormentan – en una agonía
lenta y silenciosa – pensando que, poniéndose al
descubierto, y mostrándose humanas y
frágiles y necesitadas, durante un minúsculo y jodido
instante,
te verán darles la espada, alejándote.
Por eso, tómalas y ámalas.
Ámalas vestidas, porque para desnudarse todas son buenas.
Ámalas indefensas y sin maquillaje, porque no sabes
de qué forma los ojos de una mujer pueden encontrar escudo
tras el rímel
Ámala dormidas, un poco magulladas porque tienen sueño.
Ámalas sabiendo que no lo necesitan: se saben bastar a sí
mismas
Pero justo por esto, te sabrán amar como ninguna antes lo
hizo.
Alda Merini
Traducción libre Estela Peña Molatore
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