Fue también, como el de Neruda,
un largo día jueves y duró también todo el año.
Ese último día de primavera tu
cuerpo comenzó a desintegrarse, tu presencia a diluirse, tu voz se fue silenciando,
la luz de tu mirada se apagó. Empezaron entonces a hablar de ti en
pasado. Y te acomodaron en un discreto rincón de sus recuerdos.
Tu ausencia, en cambio, empezó a
volverse sólida, a apropiarse del espacio que ocupaba tu cuerpo. Se metió
primero en tus zapatos e imitó tus pasos. Poco a poco, fue tomando forma y
consistencia. La escuché también un día carraspear, como ensayando para
replicar tu voz.
Hoy tu ausencia se ha vuelto sólida.
Y estás aquí de cuerpo entero, vestido de ti, cerca de mí, conmigo.
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