de Divanes a Chamanes

domingo, 17 de noviembre de 2019

mis pies ya no tocarán el suelo


A partir de hoy
mis pies ya no tocarán el suelo,
me deslizaré flotando ligera
desafiando las fuerzas naturales.

La materia que me forma,
sin prisa, y poco a poco,
se irá volviendo menos densa,
mi presencia, más liviana, más etérea
mi sustancia,  semejante a la tuya,
mi piel más transparente,
mis manos más espuma,
mi corazón al tuyo acompasado.

A partir de hoy
mis pies ya no tocarán el suelo,
me elevaré despacio hasta encontrarte
en la cita que nos dimos esa tarde.

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viernes, 1 de noviembre de 2019

Los rastros de lo que fuimos



No sé dónde están tus cenizas, dónde el polvo en que te convertiste. Sé en dónde está enterrado tu ombligo. ¿Para  qué quiero el rastro de tu muerte? Me quedo con el rastro de tu vida.

 Hoy te vine a visitar a este parque y me siento bajo este árbol que te guarda celosamente entre sus raíces. 

En mi corazón yo guardo tu corazón.




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viernes, 6 de septiembre de 2019

La última flor

La última flor: evanescente, lánguida, se esfuma,

restos materiales que se desvanecen, 

sentencia inexorable de la ausencia,


Tú, eterna presencia inmarcesible




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viernes, 30 de agosto de 2019

El gran Carpóforo


El gran Carpóforo

—¡Ea fortachón! Qué hoy te espera un gran día —dijo tendiéndome un envoltorio amarrado con un lazo—. En este circo no se escatima, y hoy tú serás la estrella—. Soltó una desagradable carcajada y me palmeó el hombro.
            Desanudé la cinta para revelar el contenido del paquete: un faldón color rojo, una especie de pechera y un cinturón con aplicaciones metálicas. Me tendió después un frasco de vidrio que contenía grasa para untar mi cuerpo con ella.
—Ahora descansa un rato. Faltan todavía un par de horas para el espectáculo.
Cerró tras de sí la puerta de la oscura habitación. Por una pequeña ventana en lo alto entraban los primeros débiles rayos de luz del amanecer. Se oían voces. Afuera dos hombres discutían.
—No debería haber animales en el circo.
—No me vas a decir que te compadeces de esos infelices.
—No es compasión, ¡qué va! Pero ¿no te cansa tener que limpiar sus jaulas cada día?
—No te quejes. Es mucho peor el trabajo que hace Flavio con su cuadrilla al termino de cada función. Dejan todo hecho un verdadero asco.
—Vamos, démonos prisas antes de que empiece de nuevo con sus gritos el imbécil de Tito.
 Los hombres se alejaron y todo quedó en silencio. Me tendí un rato mirando al techo. Traté de repasar algunos puntos del entrenamiento. Era inútil estaba, ansioso y también un poco nervioso. La noche anterior, durante la tradicional cena que se celebraba antes cada función, pude ver al otro extremo del salón al gran Carpóforo. Imposible siquiera pensar en acercarme a él, pero verlo allí me llenó de emoción. Lo había visto en escena en más de una ocasión. Era un portento. El mejor de los mejores. Y yo quería ser como él. Cerré los ojos y recordé la última vez que lo vi en acción. Había repasado en mi mente cientos de veces la escena. Cada uno de sus movimientos era preciso, perfecto. Mi corazón comenzó a latir más fuerte. Hoy era mi gran oportunidad. Carpóforo estaría allí, en medio de cientos de personas pero yo actuaría sólo para él.
Unas horas más tarde, tras el pomposo desfile inaugural, nos detuvimos como era tradición a las puertas del gran circo. Dentro se escuchaba a la multitud que gritaba entusiasmada. Algunas nubes cubrían los despiadados rayos del sol veraniego. Había llegado la hora.
En fila, entramos al gran circo. Ahí estaba, en el palco principal, Carpóforo, grande, majestuoso. No en balde le llamaban Hércules. Nos detuvimos. Miré en torno. Cientos y cientos de personas abarrotaban el gran circo. El griterío cesó. El imponente silencio fue roto por el feroz rugido de un león. Volví la vista al palco. Crucé mi mano sobre el pecho, a la altura del corazón que parecía estar a punto de salirse.
—¡Ave Caesar, morituri te salutant! —dije uniendo mi voz al coro de los gladiadores.
El rechinido de las rejas abriéndose detrás de nosotros anunciaba que había llegado el momento. Soltaron a los leones.




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viernes, 12 de julio de 2019

since feeling is first e.e. cummings (traducción mía)


porque sentir es lo primero

porque sentir es lo primero
quien pone atención
a la sintaxis de las cosas
nunca te besará por completo;

ser un completo idiota
mientras hay primavera en el mundo

es algo que mi sangre aprueba
y los besos son mejor destino
que la sabiduría
lo juro por todas las flores, mujer. No llores
—el más perfecto gesto de mi mente es menos
que el aleteo de tus párpados que dice

somos el uno para el otro: entonces
ríe, reposa entre mis brazos
porque la vida no es un párrafo

y la muerte creo que no es un paréntesis.

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domingo, 7 de julio de 2019

Reencarnación

Hay quienes quieren convertirse en ángeles, 

otros  reencarnar en nuevos cuerpos. 

Tú querías convertirte en palabra y reencarnar en texto.


A Ramón Córdoba 

#RamónCórdoba 
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Todas las grandes historias de amor




—Todas las grandes historias de amor de la literatura terminan en tragedia: los protagonistas se separan o mueren —dijiste besándome en la frente y apretándome con fuerza contra tu cuerpo.

Entre las sábanas revueltas, nos quedamos en silencio. Me acurruqué a tu lado, con la cabeza recargada sobre tu pecho, escuchando el latido acompasado de tu corazón, mientras con un dedo recorría suavemente el perfil de tu rostro desde la frente hasta tu boca deteniéndome en tus labios. Tomaste mi mano, la acariciaste con inusitada ternura y comenzaste a besar uno a uno mis dedos.

—Pero cuando mueren, —continuaste— el amor no termina: el amor se vuelve eterno. Y por eso son grandiosas.


A Ramón Córdoba #RamónCórdoba
*Basado en recuerdos reales. Historia de un gran Amor. Julio 7, 2017- Julio 7, 2019

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jueves, 4 de julio de 2019

Esta tarde

Esta tarde es un poquito menos brillante, un poquito menos luminosa, un poquito más silenciosa. Esta tarde, no estás tú.



A Ramón Córdoba #RamónCórdoba
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lunes, 1 de julio de 2019

Tres jirafas

Me quedaron tus poemas, todos tus libros apilados, una taza, tu aroma y tres jirafas que me miran y no sé si se ríen o si sienten pena por haberse quedado solas aquí.

También se me quedaron las ganas y las humedades. Y las preguntas, y las charlas, y las risas, y una cacería de mosquitos en medio de una noche salpicada de carcajadas.

Se me quedaron mil estrellas aplastadas. 

Se me quedaron las nubes y el cielo que vimos tumbados en la hierba, descalzos, despreocupados, y la tormenta de una noche y el despertar abrazados.

Se me quedaron las miradas, las caricias, los besos, los juegos, y las marcas en el cuerpo de una pasión desenfrenada.

Se me quedaron los planes, los proyectos, el futuro, el mañana. 


Se me quedaron tus palabras, todas. O lo que es lo mismo: te me quedaste tú en un huequito del alma.





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lunes, 24 de junio de 2019

Desde que no estás

Desde que no estás,

hablo contigo todas las noches,

converso con tu ausencia

y me quedo dormida entre tus silencios.
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jueves, 20 de junio de 2019

De estrellas de papel, Junio 20, 2019

Este amor está hecho de momentos,
De estrellas de papel,
De ti, de mí,
De viento y de tiempo
De letras y palabras, de silencio y de presencia.

Este amor también está hecho de desechos,
De lo que fuimos, de lo que somos.
Este amor está tejido con los hilos de tu vida, de mi vida, de la vida.
Este amor no se pierde, no se rompe, no se agota.



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viernes, 14 de junio de 2019

Filosofía para Desconfiados de Vico

Más de trescientos jóvenes abarrotan un auditorio de la facultad de química de la UNAM. No hay un sólo asiento libre; chicos sentados en las escaleras, parados en los pasillos, asomados por las puertas. Están allí porque quieren. Nadie los ha obligado. No les van a subir ni un punto en ninguna materia. Y escuchan atentos, ríen, participan. De pronto, sucede algo sorprendente. Estos chicos que son compañeros universitarios, que se encuentran a diario en las aulas y en los pasillos de la facultad, que están sentados allí desde hace más de 40 minutos, se miran unos a otros; se miran de verdad por primera vez. Se reconocen. Se hacen conscientes de que en esta época hiperconectada estamos más solos que nunca. Algo acaba de ocurrir: es tremendo y es a la vez esperanzador.
En el escenario, David Pastor Vico Vico  @granvico generosamente les ha dado un martillazo de realidad que los sacude y los mueve.
Cuando les digo que mi trabajo me ha regalado páginas maravillosas y encuentros afortunados, me refiero a historias como ésta.
Háganse un regalo y busquen este maravilloso libro de un gigante (en toda la extensión de la palabra) de la filosofía. Nos urge, créanme que nos urge empezar a confiar.


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miércoles, 8 de mayo de 2019

Lo contenemos todo




Me abrazas, me besas, me acaricias toda, me penetras. Descarga eléctrica. Todo se conecta. Los sentidos se amplifican. Presente perfecto. Te veo con la piel. Te escucho con la vista. Te pruebo con los oídos. Te huelo con la lengua. Estamos fundidos. Entre tú y yo los límites se disuelven, la frontera se pulveriza. Mi piel, mi cuerpo entero está en ti, soy tú, soy contigo. Somos una esfera que gira y gira y flota. Cierro los ojos y veo, veo, veo. Veo sintiendo cada color, veo oliendo aromas: el aroma de tu piel, sudor, sexo. Veo escuchando el roce de los cuerpos, de las sábanas; es el sonido del viento, del agua, del fuego. Eres viento, eres agua, eres fuego. En tu cuerpo veo el espacio infinito: estrellas, galaxias, nubes de gas, planetas, polvo cósmico, estallidos. El sordo sonido del espacio. Lo contienes todo. Principio de vida, inmensidad. Giramos, giramos. Vuelo como ave que contempla desde las alturas, veo en tu cuerpo, que es el mío, el encendido atardecer, cirros y estratos rojos, naranjas, violetas, sobre un cañón de arena terracota con vetas pardas y blancuzcas. Colorido intenso como fuego. Siento el fuego. Eres fuego: quemas, calientas, entibias. Ya no soy ave, ahora soy el viento que mira, avanza, empuja, se cuela. El cielo en tu piel se torna cobalto, abajo la nieve se extiende en un valle bordeado por un bosque de abetos altísimos; una ventisca recorre los árboles, soy esa ventisca que te recorre todo. Frío, aire ligero, fluido, ágil, veloz; veo los diminutos copos, partículas de fino polvo. Verde pradera de tiernos pastos con flores diminutas, lilas, amarillas, blancas. Infinita alfombra mullida, verde, esmeralda, musgo, trébol. Huelo la fresca hierba, los primeros brotes, huele a ti, huele a naturaleza, huele a vida nueva, huele a retoños, huele a sexo. Un riachuelo se va ensanchando. Soy el agua que discurre suave, miro la ribera flanqueada por altos y frondosos árboles, árboles robustos, de troncos rugosos, añejos, ásperos, árboles esbeltos de troncos lisos, tersos, pulidos. Veo el cielo entre las ramas llenas de renuevos. Paisaje impresionista de manchas verdes y azules. Giramos. Veo el lecho del río que soy yo, que eres tú: guijarros, ovalados, redondos, cafés, rojizos, grises, negros, destellos de luz, gibigiana. Nos precipitamos pendiente abajo. Eres una cascada. Río caudaloso, violento. Siento la fuerza implacable del agua, tu fuerza. En un estallido llegamos al mar. Las aguas revientan contra la extensa masa salada, nos fundimos. Giramos, giramos. Rítmico vaivén. Avanzamos. Inmenso océano. Lo contenemos todo. En tu cuerpo veo las majestuosas olas que empujan contra las rocas, estrellándose, bañándolo todo, volviendo al mar. Olas embravecidas, imponentes. Densa espuma de un blanco cegador. Calma. Es tu piel dorada arena con destellos cristalinos, olas suaves la acarician, la rozan, la besan. Agua que baña delicadamente la costa. Suave ritmo, acompasado movimiento.
Abro los ojos. Te veo. Todo tu cuerpo contiene el paisaje, eres tú el paisaje, eres tú el universo, el cañón, el valle nevado, la verde pradera, el caudaloso río, el furioso mar, las olas embravecidas, la fina espuma, la arena besada por un sutil espejo de agua. Me miras. Comprendo.


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jueves, 25 de abril de 2019

Entrega todo al amor, Ralph Waldo Emerson Traducción mía


Entrega todo al amor;
Obedece a tu corazón
Amigos, amores, días,
Fortuna, fama,
Planes, honra y la Musa,
Nada se le niega.

El amor es valiente maestro;
Deja que se expanda:
Síguelo completamente,
Esperanza más allá de la esperanza
Alto más alto
Se sumerge en el mediodía,
Con las alas intactas,
Intención callada:
Pero es un dios.
Conoce su propio camino.
Y la inmensidad del cielo.

Nunca ha sido para los mediocres;
Requiere verdadero coraje.
Almas más allá de la duda,
Su valor inflexible,
Será recompensado,
Habrán de volver,
Más grandes de lo que fueron
Y siempre ascendiendo.

Deja todo por amor;
Pero escúchame ahora,
Una palabra más corresponde a tu corazón,
Un pulso más de firme determinación,
Hoy te guardo,
Mañana por siempre
Libre como un árabe
De tu amado.

Aférrate con vida a la doncella;
Pero cuando la sorpresa,
La primera vaga sombra de las conjeturas
Revolotee en su joven pecho,
Por un gozo que no eres tú,
Déjala libre y sin ataduras,
No detengas el borde de su vestido,
Ni la rosa pálida que dejó caer
De su diadema de verano.

Aunque la amabas como a ti mismo,
Como un yo de la más pura arcilla,
A pesar de que su partida empaña el día,
Arrebatando la gracia a todo ser vivo,
Sabrás en tú corazón,
Que cuando los semidioses se van,
Los dioses llegan.

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jueves, 14 de marzo de 2019

Soy como un espíritu que mora Percy Bysshe Shelley (Weeded Souls traducción mía)


Almas Unidas

Soy como un espíritu que mora
Dentro de lo más profundo de su corazón,
Siento sus sentimientos, 
Pienso sus pensamientos,
Escucho las más íntimas conversaciones de su alma,
Esa voz que se oye en el silencio de su sangre,
Cuando el vaivén de sus latidos 
Asemeja la palpitante calma de un mar de verano.

Con una llave maestra,
He desatado las doradas melodías
De lo más profundo de su alma,
Y me he zambullido en ella,
Como el águila en medio de una brumosa tormenta
Cubriendo sus alas de luz.



Wedded Souls

I am as a spirit who has dwelt
Within his heart of hearts,
and I have felt his feelings, and have thought his thoughts,
and known the inmost converse of his soul,
the tone unheard but in the silence of his blood,
When all the pulses in their multitude
Image the trembling calm of summer seas,

I have unlocked the golden melodies,
of his deep soul, as with a master key,
and loosened them and bathed myself therein-
Even as an eagle in a thunder-mist,
clothing his wings with lightning.
Percy Bysshe Shelley
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jueves, 3 de enero de 2019

Adopción de un Perro. Anatole France (Traducción Mía)



Una mañana, mientras Monsieur Bergeret sentado ante su mesa contigua a la ventana por la que se mecían hojas de plátano, trataba de averiguar cómo las naves de Eneas se habían convertido en ninfas, oyó rascar la puerta y enseguida vio a su vieja sirvienta que llevaba en su vientre, como una zarigüeya, a  un cachorrito cuya negra cabeza asomaba por el bolsillo del delantal. 
La mujer permaneció un momento inmóvil, con un aire de inquietud y de esperanza, y enseguida colocó al pequeño ser sobre el tapete a los pies de su señor.
—¿Qué es eso? —preguntó Monsieur Bergeret.
Era un pequeño perrito de raza incierta, cachorro, con una hermosa cabeza bien peinada, de pelo corto color fuego  y una cola de nada. Su cuerpo era aún suave y olfateaba por la alfombra.
—Angélique —dijo Monsieur Bergeret—, devuelve esta bestia a sus amos.
—Monsieur, no los tiene —respondió Angélique
Bergeret miró en silencio al pequeño perrito que había llegado hasta sus pantuflas y las olfateaba agradablemente. Monsieur Bergeret era un filólogo. Quizá por ello, obsesionado con esas conjeturas, hizo esta vana pregunta:
—¿Cómo se llama?
—Monsieur —repuso Angélique—, no tiene nombre.
Bergeret se mostró contrariado ante esta respuesta. Miró al perro con un aire de tristeza y desconsuelo.
Entonces el perro posó sus dos patas delanteras sobre las pantuflas de Monsieur Bergeret y abrazándolas las mordió en la punta inocentemente. Monsieur Bergeret, repentinamente conmovido colocó al pequeño ser sin nombre sobre sus rodillas. El perrito lo miró. Y Monsieur Bergeret se sintió turbado por esa mirada confiada.
—¡Qué hermosa mirada! —dijo.
En verdad este perro tenía hermosos ojos marrones con reflejos dorados, en medio de almendras de un cálido blanco. Y la mirada de sus ojos expresaba ideas simples y misteriosas que son comunes a los animales pensantes y a los hombres simples que viven sobre la tierra.
Pero tal vez cansado por el esfuerzo intelectual que había hecho para comunicarse con el hombre, cerró sus hermosos ojos y descubrió, en un gran bostezo, su hocico rosado, su lengua de voluta y un ejército de blancos dientecillos.
Bergeret colocó su mano sobre el hocico. El pequeño perrito le lamió la mano y la vieja Angélique sonrió tranquilizada.
—No hay criatura más afectuosa que esta pequeña bestia —dijo ella.
—El perro —repuso Monsieur Bergeret—es un animal religioso. En estado salvaje, adora la luna y los brillos que flotan sobre las aguas.  Esos son sus dioses y a ellos les dirige por las noches largos aullidos. Pero si ha sido domesticado, gracias a las caricias, se torna favorable a los genios poderosos que disponen de los bienes de la vida: los hombres. Los venera, y para honrarlos cumple ritos ancestrales que conoce: lame sus manos, se restriega contra sus piernas, y si los ve irritados en su contra, se aproxima arrastrándose sobre su panza, en signo de humildad, para aplacar su cólera.
—No todos los perros —dijo Angélique— son amigos del hombre. Algunos muerden la mano que les da de comer.
—Esos son perros impíos y delirantes —repuso Monsieur Bergeret— insensatos parecidos a Ajax, hijo de Telamón quien hirió la mano de Afrodita. Esos sacrílegos perecen de cosas malas o llevan una vida errante y miserable.





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miércoles, 2 de enero de 2019

Mudanza




¿Café? ¿Acaso olía a café? Olfateó de nuevo y el inconfundible aroma inundó sus fosas nasales. Permaneció en silencio, atenta, tratando de distinguir el más mínimo indicio que le permitiera desengañarse.

El olor se hizo más intenso. Escuchó entonces el ruido de la cucharilla girando dentro de una taza.
Se levantó del sillón floreado cuidando de que sus manos no rozaran nada. El esmalte de uñas estaba aún fresco.

Se acercó al barandal de la escalera asomándose. Volvió a inspirar. Desde lo alto, llamó:
—¿Hola? ¿eres tú? —preguntó un tanto incrédula.
El tintineo de la cucharilla cesó. Tras un tenso instante de silencio, llegó su respuesta:
—¿Hola? —Su saludo era también una pregunta.
—¿Café a esta hora? ¿Por qué sigues volviendo?

Nada. Silencio. Esa horrible costumbre suya de dejarla hablando sola. 
Lo oyó suspirar hondo antes de reemprender su odiosa costumbre de agitar la cucharilla en un café al que nunca le ponía azúcar.

Entonces también ella suspiró y se quedó mirando al vacío que se abría hacia la planta baja de la casa. Volvió al sillón y se dejó caer. Extendió sus manos y miró sus uñas color violeta para comprobar que no se habían dañado. Sopló para que terminaran de secarse.


No era la primera vez que entraba tan fresco como si nada. Dos días atrás (¿o serían tres?) mientras trataba de resolver un crucigrama sentada en ese mismo sillón, escuchó claramente el agua de la manguera chocar contra las macetas del patio. Aquel día también se asomó, pero esa vez por la ventana. Desde allí pudo ver el chorro de agua sobre la azalea y un pedazo de manguera. Formuló la misma pregunta, pero él no respondió. Quizá el agua amortiguaba el sonido de su voz. O quizá, de nuevo, la castigaba con su silencio. Molesta y frustrada había vuelto a su crucigrama. 5. Vertical: Hija de Urano y Gea, esposa de Cronos y madre de Zeus, de tres letras.



Hacía ocho meses se había ido, así de pronto sin siquiera darle tiempo para despedirse. Fue algo repentino, súbito, inesperado totalmente.

Sin embargo, cada tanto seguía apareciendo así, de improviso y sin avisar. Entraba, acomodaba algo aquí, revolvía en los cajones por allá, regaba las plantas, preparaba café, sacudía el polvo que se acumulaba y un día hasta acomodó en orden alfabético las especias de la alacena. Desde arriba percibía su ir y venir. En ocasiones también lo escuchaba hablar. No distinguía sus palabras: parecía que se trataba de un diálogo, pero casi siempre le daba la impresión de que hablaba solo. Le enfurecía que la ignorara y cada vez que ella se disponía a bajar, él salía a toda prisa de casa, azotando casi siempre la puerta. 


La primera vez que entró sintió miedo. Estaba tumbada en el floreado sillón y no supo en qué momento se había quedado dormida con el libro entre las manos. Al inicio no logró precisar si había escuchado algo o si tan sólo sentía que había alguien en la planta baja de casa. Contuvo la respiración y aguzó el oído. Con la mirada rebuscó entorno tratando de encontrar algo con lo que poder defenderse en caso necesario. En el canasto de tejido, un par de agujas y las tijeras de punta eran las únicas armas de las que podría echar mano. Despacio y tratando de no hacer ruido bajó el brazo y sujetó las tijeras empuñándolas por las orejas, pero siguió tendida atenta a los ruidos que oía intentando descifrarlos. De pronto la voz de Andy Williams y su Moon River comenzaron a sonar en el tocadiscos con el inconfundible chirrido de la aguja sobre el gastado vinil. Sintió un escalofrío. Era el disco que él le había regalado años atrás. ¿Había regresado?  ¿Y si no era él? ¿Y si era un melómano ladrón que pensaba que la casa estaba vacía? El miedo le impedía moverse, pero necesitaba saber.

—¿Hola? ¿Eres tú? —dijo esforzándose por disimular la tensión sin moverse de su sitio.

Casi de inmediato escuchó que levantaba la aguja del tocadiscos como para poder escuchar mejor.
Silencio.
Tras unos segundos respondió con tensa voz:
—¿Sigues aquí? ¿Hola?
¡Qué pregunta estúpida! No imaginó que volvería, y ahora estaba de nuevo allí. Se puso de pie de un salto y justo cuando se disponía a bajar la escalera, oyó que salía casi corriendo. ¡Era un cobarde! ¿Cómo se atrevía a volver sin avisar?  Después de todo, había sido él quien se había ido y seguía sin entender por qué. 



Recordó el día en que sacó todas sus cosas de casa. Con la mirada perdida empacó su vida en una abollada maleta y en dos bolsas de mercado. Luego estuvo largo rato sentado a la orilla de la cama observando el retrato que se habían hecho en la fiesta de Andrea, acariciándolo con el índice y dejando escapar un ahogado sollozo. Mientras ella, de rodillas en el suelo, lo miraba deseando sentir esa caricia sobre su piel. Alzó la vista sin siquiera reparar en ella, ignorándola. Parecía que su mirada traspasaba los muros de la casa y la fijó en un impreciso punto en el horizonte infinito. Sin una explicación y sin dignarse siquiera a dirigirle la palabra, de pronto se puso de pie, con un gesto furioso echó el retrato en una de las bolsas de mandado, y llevándose su historia, se marchó.



Ya habían pasado varios días desde su última visita.

Sentada en su floreado sillón, veía como la luz penetraba a través de las entrecerradas persianas. El polvo se había acumulado en casa y al entrar los rayos del sol lo hacían brillar en el aire como motas de oro flotante. De cuando en cuando, cada vez que pasaba el camión de la basura sonando su campana, escuchaba el ladrido de Juancho, el perro del vecino. Por lo demás, la casa estaba sumida en un ominoso silencio. 
18. Horizontal. Mamífero perisodáctilo équido de África, de pelaje con listas transversales, pardas o negras, de cinco letras. 


Escuchó la llave en la cerradura. Un instante después, también escuchó su voz:
—Como les dije, no hay nada empacado. Pero supongo que les tomará poco tiempo desmontar la casa y cargar todo en el camión. Los nuevos propietarios llegarán en tres días y tan sólo necesito un par de horas para limpiar la casa antes de entregarla.

¿Qué? ¿Mudanza? ¿Nuevos propietarios? ¿Cómo se atrevía?

Se levantó de golpe. El lápiz que sostenía en la mano cayó y rodó por la duela.

—¿Qué fue eso? —preguntó desde abajo una voz que no reconocía.

—Puede que haya una ventana mal cerrada y al abrir la puerta se hizo corriente —fue su absurda respuesta.

¿Cómo que una ventana mal cerrada?  ¿Cómo se había atrevido a vender su casa sin siquiera avisarle nada? 

Indignada se puso de pie y se asomó por el hueco de la escalera. Unos hombres, tres o cuatro por cuanto podía distinguir, uniformados de azul, comenzaron a meter algo que seguramente eran cajas de cartón desarmadas.

—Si no les importa, prefiero esperar afuera —dijo él.
¡Qué cobarde! Huía para no enfrentarla. ¡No lo podía creer!

Desde donde estaba no podía verlo, pero escuchó sus característicos pasos alejarse hacia la entrada.
Estaba furiosa. Se disponía a bajar cuando uno de los hombres comenzó a subir la escalera. Casi al llegar arriba se detuvo en seco. Miró hacia el barandal donde ella estaba asomada. Sin apartar la mirada, el hombre retrocedió despacio un par de escalones y luego se precipitó corriendo hasta la planta baja.

—Manuel… oye Manuel —dijo con la respiración entrecortada— En esta casa espantan.  Te juro que aquí vive un fantasma…





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martes, 1 de enero de 2019

Carpe Diem, poesía anónima inspirada en los versos de Walt Whitman. Traducción mía.


Carpe Diem  
Poesía anónima inspirada en los versos de Walt Whitman

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por la desilusión.
No permitas que nadie te quite el derecho de expresarte,
Lo cual es casi una obligación.
No abandones el anhelo de hacer de tu vida algo especial.
Asegúrate de creer que las palabras y la poesía pueden cambiar al mundo.
Pase lo que pase, nuestra esencia permanece intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Las calamidades nos duelen, nos enseñan, nos convierten en protagonistas de nuestra propia historia.

Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa:
Puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en el sueño, el hombre es libre.

No caigas en el peor de los errores: el silencio.
La mayoría vive en medio de un terrible silencio.
No te resignes: huye.
“Emito alaridos por los techos de este mundo”, dice el poeta.
Aprecia la belleza de las cosas simples.
Puedes hacer hermosa poesía de las cosas simples, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.
Vívela intensamente sin mediocridad.
Piensa que el futuro está en ti y afronta la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes pueden enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron, de nuestros “poetas muertos” nos ayudan a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros: los “poetas vivos”.
No permitas que la vida pase sin que la vivas.


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